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El 11 de marzo de 2011 un terremoto sacudió con una magnitud de 9 la costa de Japón, lo que provocó un tsunami con olas de hasta 40 metros de altura. Las consecuencias fueron devastadoras. Cerca de 18.000 personas murieron y casi 100.000 perdieron sus hogares. Pero la catástrofe tomaría dimensiones aterradoras cuando la central nuclear de Fukushima-Daiichi se vió severamente afectada por la marea arrasadora. Desde entonces el gobierno se ha cerrado en un hermetismo total, retaceando información sobre el grado de deterioro provocado por la radiación y el peligro que hoy representan las ruinas del complejo nuclear.

Seis años más tarde, a los 27 años de edad, el fotógrafo Keow Wee Loong de Malasia, accedió ilegalmente a la zona de exclusión de Fukushima, eludiendo las patrullas de policía y las barricadas. Sólo equipado con una máscara de gas, se abrió camino para tomar imágenes nunca antes vistas de la ciudad abandonada.

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