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Alaska es el estado más grande de Estados Unidos, ocupa 1.717.856 km2, el doble que Texas. Tiene un papel importante en la economía del país, con industrias como la pesca, el petróleo y  su innegable aporte a la industria televisiva, con títulos ilustres como Rutas Mortales, Vida Bajo Cero, Pesca Mortal y otros tantos reality shows.

¿Pero sabías que Alaska no siempre fue parte de Estados Unidos? Su ubicación, algo distante, da para pensar: bien al norte y atravesando Canadá. Es que Alaska perteneció a Rusia hasta mediados del siglo XIX cuando fue comprada por Estados Unidos a un precio realmente increíble.

Los rusos llegaron a Alaska buscando productos muy codiciados en el mercado de ese entonces, como el marfil de colmillos de morsas y la piel de nutrias. Por mucho tiempo, Rusia disfrutó de las ganancias de este territorio. Desde la ciudad de Novoarkhangelsk (ahora llamada Sitka), se comercializaban pieles, té y telas de China e incluso hielo, que en esa época, previo a la invención de los refrigeradores, era un producto muy buscado.

El comercio en Alaska prosperó bajo la dirección de Alexander Baranov, un exitoso comerciante que se describía a sí mismo como «el Pizarro ruso». Los problemas surgieron tras su retiro, cuando el comercio de Rusia en territorio norteamericano empezó a estar gobernado exclusivamente por militares. Los oficiales no tenían muy buen ojo para los negocios y a demás se autoasignaron sueldos astronómicos.

Las ganancias del comercio en Alaska empezaron a desplomarse y el comienzo de la guerra en Crimea fue la gota que derramó el vaso. Rusia ya no podía asignar los recursos necesarios para mantener su control sobre Alaska y temía que un conflicto con Gran Bretaña y su poderosa marina pudiera dejarlos sin nada. Fue entonces que la venta de Alaska comenzó a convertirse en una realidad.

Aunque la situación actual lo haga difícil de creer, en ese entonces las relaciones entre Estados Unidos y Rusia eran muy buenas y ambos gobiernos veían con buenos ojos esta transacción. Para los ciudadanos de estos países, sin embargo, la historia era muy diferente.

Los rusos no entendían cómo se podía estar considerando vender un territorio tan rico, donde se sabía que había reservas de oro. Los estadounidenses, por otro lado, no concebían la idea de estar gastando plata en un pedazo de hielo y llamaron a la compra «la locura de Seward» (por William H. Seward, quien era entonces secretario de estado y fue uno de los promotores de la idea).

A pesar de las críticas a ambos lados del pacífico, la transacción se llevó a cabo en 1868. Estados Unidos compró Alaska por poco más de 7 millones de dólares, ¡menos de 5 dólares el km2! Pese a la oposición de la época, hoy en día es evidente que fue una de las mejores inversiones de la historia.

Alaska no solo tiene oro, sino también petróleo. Produce casi 45 mil millones de dólares al año y tiene uno de los PBI más altos de todos los estados. A fin de cuentas, la «locura de Seward» parece haber sido una verdadera ganga.

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