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A sólo 30 kilómetros del centro de la Ciudad de Buenos Aires, en Argentina, los curiosos descubrirán la única aldea medieval en América del Sur, con su castillo, sus torres y calles estrechas.

Extraña y atrapante, la aldea está formada por un grupo de construcciones unidas por callejuelas adoquinadas, pasajes, recovecos y lugares secretos. Responde a estilos diversos del medioevo europeo unidos para producir un ecléctico estilo propio. Campanopolis es la primera y única aldea con espíritu medieval en Latinoamérica concebida como un parque temático, histórico, ecológico y cultural.

Fundada por Antonio Campana, de cuyo apellido deriva el nombre,  esta aldea no está ni en Francia, Alemania, Bélgica o España, sino en González Catán, una localidad en la provincia de Buenos Aires. En Campanopolis no hay ningún estilo arquitectónico definido ya que la ciudad es producto de la imaginación de Campana, un empresario que adquirió en 1977 más de 200 hectáreas de tierra para criar ganado. El lugar se asemeja al escenario de una película de Tim Burton, un cuento de Grimm o un delirio onírico de Salvador Dali.

Caminando por sus calles descubrimos paisajes que se parecen a la ciudad de Brujas, fuentes, puentes de madera a través de los lagos, islas, un molino de viento holandés, una capilla colonial y vagones de madera que datan de principios del siglo 20.

Despojado de sus tierras en 1980 por una empresa que los convirtió en vertedero, Antonio Campana las recupera en 1985. Pero en ese momento los médicos diagnosticaron una grave enfermedad y decidió vender su negocio para dedicarse al sueño de fundar una ciudad medieval.

A pesar de que los médicos le manifestaron un pronóstico desalentador, Antonio Campana vivió 24 años más y tuvo tiempo para nivelar y limpiar el terreno (2 millones de metros cúbicos de basura), plantar más de 10.000 árboles y comenzar la construcción de su aldea.

Desde entonces, Antonio asistió a todas las subastas posibles para comprar cualquier tipo de objeto antiguo, como columnas que pertenecieron a las famosas Galerías Pacífico o las antiguas puertas del Hipódromo de Palermo, antiguas sillas de barbero, un centenar de máquinas de escribir, o un viejo ascensor.

Por lo tanto, Campanopolis ha sido construida y decorada con objetos de demolición, antigüedades y una gran cantidad de artículos que para cualquier otra persona que no hubiese sido Campana, serían considerados innecesarios.

Cabe señalar que Antonio no era arquitecto, y que ha trabajado sin ningún plan arquitectónico. Sólo él sabía lo que iba a construir día tras día.  Este hombre dominó el arte del reciclaje reconvertiendo puertas en techo, maquinas de coser soldadas entre sí para formar rejillas o tubos convertidos en columnas.

El empresario argentino tuvo el mérito de recuperar parte del patrimonio cultural de la Argentina de los siglos 19 y 20 como el mástil del regimiento de infantería de la Tablada, el primer carro de bomberos tirado por caballos o antiguas figuras croatas de la Plaza de la Bandera de la ciudad de Rosario, elementos que sorprenden a los visitantes por el hecho de que no están en un museo. Su riqueza es tal que la aldea fue declarada Bien de Interés Cultural de la Nación.

No se sabe exactamente la cantidad de edificios que alberga la aldea que se extiende sobre 20 de las 200 hectáreas de tierra de Antonio Camapana, incluso si se cuentan 836 llaves. Hoy Campanopolis no está realmente abierta al público, pero se organizan visitas guiadas a escuelas y universidades, que incluyen conferencias sobre el reciclaje y el ahorro de energía.

Para cubrir los costos de mantenimiento, que son bastante elevados, la aldea es el centro de actividades sociales, culturales y promocionales. Grupos y cantantes latinoamericanos conocidos como Mana o Ricardo Montaner han grabado allí sus vídeoclips, así como anuncios publicitarios para la marca de cerveza Stella Artois o la compañía petrolera argentina YPF.

Un sueño sin límites hecho realidad.


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