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El único templo budista de habla hispana de Sudamérica está escondido en las verdes sierras de Minas, en el centro-este de Uruguay. No está publicitado y no hay ni un solo cartel en los alrededores que insinúen la existencia de ese lugar misterioso e inusual. Habitualmente está cerrado para los turistas. Aunque la edificación diseñada al estilo tradicional de Tibet y Bután esté situada sobre un cerro a unos 400 metros de altura, es necesario acercarse mucho para poder descubrirla.

“No lo queremos asociar con el turismo, porque sino se llena de turistas aquí y perdería la energía que tiene hoy en día”, explicó Pema Gompo, el instructor del centro.

El uruguayo, cuyos antepasados eran rusos, reconoció, sin embargo, que para no llevarse mal con las autoridades locales, el templo aceptó organizar jornadas de visitas, pero solo una vez por mes. La construcción de color, pintada adentro por artistas de Nepal, no está llena de monjes vestidos de naranja cantando mantras, como uno podría esperar. De hecho, actualmente no hay monjes en este centro, mientras que el silencio y la serenidad reinan en los cerros que lo albergan.

El templo, que forma parte de una red internacional de centros budistas de la escuela Ñingmapa, la más antigua de las cuatro escuelas clásicas del budismo tibetano, se construyó como un centro de retiros para que las personas de todo el mundo pudieran venir a hacer prácticas espirituales. Las molduras externas y vigas coloridas del templo fueron pintadas por los alumnos chilenos.

Además de los dormitorios que pueden hospedar al menos a 40 personas, el centro cuenta con unas diez casas hermosas esparcidas por las sierras cercanas, donde los practicantes viven como ermitaños en aislamiento absoluto. Pema Gompo enseña en el templo y supervisa a los alumnos en las prácticas.

“La inmersión total significa hacer esa práctica continuamente, día y noche, durante mucho tiempo, que puede ser de diez días a años. Para eso es necesario un lugar calmo, olvidarse del trabajo y olvidarse de la familia”, cuenta el instructor.

Las personas que hacen retiros no solo tienen conocimiento de budismo, sino que también son practicantes de la escuela Ñingmapa. No obstante, las puertas están abiertas para cualquier persona que quiere practicar budismo o iniciarse en esa tradición.

“En la tradición el discípulo busca a su maestro, y nunca el maestro al discípulo, entonces cuando uno tiene un llamado espiritual, va a empezar a buscar. Nosotros no vamos casa por casa regalando un texto o llamando a la gente a unirse. Por eso, no hay carteles, cada uno tiene que encontrar su propio camino”, puntualiza Pema.

Pema Gompo aclara que la gran mayoría de las personas que llegan por primera vez no saben precisamente que vienen a buscar y tienen una fantasía sobre las implicancias del camino espiritual.

“Piensan que aquí vienen, se sientan, meditan y se iluminan al otro día. Cuando empiezan a recibir las enseñanzas, se le dice que hay que practicar y que eso lleva tiempo, entonces, muchos se van”, dice el instructor sonriendo.

Mientras la mayoría de los ricos y famosos que vienen a Uruguay se dirigen a Punta del Este, algunos prefieren aislamiento en el templo de Minas. Hay celebridades que vienen a visitar el templo, pero las personas más populares, como actores o políticos, generalmente piden privacidad. Es por esta razón que refieren el templo en Minas a otros centros de Sudamérica. El hecho de que la población de Uruguay es pequeña ayuda a que el templo permanezca dentro de esa serenidad.

“En Brasil tenemos varios centros y hay mucho más movimiento que en Uruguay, pero las personas, inclusive muchos brasileros, vienen acá justamente porque tratamos de mantener el silencio”, cuenta Pema Gompo.

El instructor reconoce que también hay gente que no aguanta el silencio. Cuenta que algunos que vienen de Montevideo o los países vecinos, después de una semana, dicen que no pueden dormir porque no hay ruido y abandonan sus retiros.

“Yo recuerdo un caso de un brasilero que llega con su auto y empieza a bajar un montón de cajas pues pensaba quedarse por varios años: televisión, equipo de audio, computadora, todo eso. En seguida puso música en su equipo con grandes parlantes. Al otro día le pidieron que se fuera. La gente a veces tiene un concepto diferente de lo que es un retiro espiritual”, recuerda con risa el maestro.

Después del desayuno cada uno empieza a hacer sus prácticas personales o actividades. No todos se quedan en el centro durante el día. Algunos se van a trabajar y otros se van al liceo o a la escuela. Mientras que los que se quedan en el templo hacen distintos tipos de tareas.

“El que maneja la computadora, administra la página web. El que le gusta cocinar, cocinará algo, el que le gusta hacer trabajo de jardinería, lo hará; cada uno con su tarea”, señala el maestro.

A la tarde, cuando los que salieron vuelven, se hace otra práctica grupal entre todos, después de que cada uno se va a su dormitorio. La luz en el centro entero se apaga a las 22.00 horas.

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