🔋El triángulo de litio, una geografía inhóspita que atesora el combustible del futuro
La nueva gasolina. El mineral del futuro. El petróleo blanco. Son sólo algunos de los nombres que en las últimas tres décadas supo ganarse el litio, el elemento sólido más liviano existente que tiene cualidades únicas para la fabricación de baterías gracias a su bajo peso, a su capacidad para retener energía y a su velocidad para la recarga. En su estado más puro se trata de un metal blando de color blanco plata.
Tres países privilegiados integran el denominado triángulo del litio, una zona geográfica que abarca el norte de Argentina, el norte de Chile y el sur de Bolivia, en donde existe el 65% de las reservas mundiales de este mineral. Sólo la Argentina cuenta con casi el 10% del total de reservas en el mundo.
Contra lo que podría suponerse, este metal no se extrae a través de las explotación de las minas convencionales, como sí lo fue en el pasado, sino de los salares del altiplano en la cordillera de los Andes. Los mas importantes son el Salar de Uyuni en Bolivia, el de Atacama en Chile y el de Arizaro, Pocitos y Salinas Grandes en Argentina.
A través de un proceso de evaporación de la salmuera rica en minerales, y gracias a la intensa radiación solar de la zona, se consigue aislar al litio bajo la forma de carbonato de litio, la materia prima que se utiliza para la fabricación de las baterías de los teléfonos celulares, tablets, relojes, pero también en otras industrias como vidrio y cerámica, grasas y farmacéutica.
El litio comenzó a tener una fuerte demanda desde hace tres décadas, de la mano del boom del walkman y las baterías portátiles. Se trata de un mercado que crece al 15% anual, y que si bien hoy es impulsado por las portátiles, su futuro inmediato depende de la evolución de la industria automotriz, donde el litio figura en el podio de los combustibles para los nuevos autos eléctricos.
El litio ha cobrado una importancia creciente en los últimos años en relación al desarrollo de tecnologías “carbono cero”. Esto se ha dado tanto en lo que respecta a nuevos sistemas de movilidad, como por su potencialidad de aportar al almacenamiento de energías no renovables. Entre 1995 y 2005 el consumo de este mineral para la fabricación de baterías recargables de computadoras portátiles se incrementó en un 3.000%. En 10 años, el consumo de litio se multiplicó por 94.
“Para producir 500.000 vehículos al año, básicamente necesitamos absorber toda la producción de litio del mundo”, declaró el año pasado el CEO de Tesla, Elon Musk.
Pero no es el único. Hay algunos competidores, como el hidrógeno, que podrían sacarle terreno. El precio futuro de este mineral dependerá entonces de la dinámica de la demanda mundial. Y, en un futuro más lejano, la aplicación del litio apunta a ser un insumo en la industria nuclear.
A modos de ejemplo, la automotriz estadounidense Tesla anunció que su planta de Neda requerirá de una demanda anual de 35.000 toneladas de litio para producir con una capacidad de hasta 500.000 autos anuales en un plazo de cinco años. Eso es casi el 90% de todo lo que produce la Argentina hoy. Pero en China hay trenes que se producen con “combustible” de hidrógeno.
Esta incertidumbre sobre la demanda provoca que los entendidos no puedan cuantificar las necesidades potenciales de litio en el mundo, pero hay proyecciones lineales conservadoras, unas 350.000 toneladas anuales hacia el 2020. El precio de la tonelada hoy ronda los 6.000 dólares.
Los años 2000 han estado signados en América Latina por debates en torno al modelo de desarrollo más conveniente para la explotación y utilización de los recursos naturales. En el caso de la minería de litio, los tres países del “triángulo del litio” han llevado adelante modelos muy disímiles. Por un lado, Argentina se ha caracterizado por una privatización y provincialización, con protagonismo de capital extranjero, en alianza con empresas estatales provinciales, sumado a los intentos por lograr un mayor valor agregado. Bolivia, ha propuesto un modelo con predominio del estado nacional y con la fabricación de baterías a nivel local como objetivo. Finalmente, Chile se ha caracterizado por la exportación de litio como commodity de la mano de empresas transaccionales.
Por estas razones, los gobiernos están comenzando a ver al litio como un bien estratégico, comparable a lo que fuera el petróleo a comienzos del siglo 20. En Argentina, el litio fue declarado de interés por el Congreso de la Nación y la provincia de Jujuy avanzó un poco más al declararlo de “interés estratégico”, con la intención de lograr que se produzca toda la cadena de valor en el territorio.
En tal sentido, en 2012 fue creada Y-TEC por la petrolera estatal argentina YPF y el Conicet (Consejo Nacional De Investigaciones Científicas y Técnicas). La empresa de tecnología invertirá u$s 60 millones para instalar la primera fábrica de celdas de ion-litio, a partir de 2018. De esta forma, se comenzará a producir en aquel país, aunque a niveles relativamente incipientes, toda la cadena de valor del mineral con la fabricación de baterías para autos eléctricos en la provincia de Jujuy.
Es que hoy la cadena de producción está muy concentrada y entrecortada, donde toda la materia prima la producen un puñado de cuatro empresas gigantes mundiales que exportan el 100% el material, fundamentalmente bajo la forma de carbonato de litio. Luego, el mismo reingresa en baterías, grasas y en industria farmacéutica (quienes padecen de trastorno bipolar necesitan administrarse litio de altísima calidad), o de productos intermedios para la fabricación de vidrio. Se trata de la estadounidense FMC Lithium, la chilena canadiense SQM, la alemana estadounidense Albermale y Orocobre (Australia-EEUU).
El mercado en general está organizado de manera tal que los productores primarios mineros no tienen relación con los demandantes finales de baterías, como Samsung o Apple. Y, pese a ser una commodity de envergadura, el precio se define por fuera de un mercado regulado de la talla de los de Chicago agrícola o del NYMEX petrolero, lo que llamó la atención de grandes bancos como Goldman Sachs, quienes advirtieron la necesidad de crear un mercado regulado si el litio tendrá rol de ser el combustible del futuro.
Algunos jugadores en la demanda final, como en el caso de Toyota, se animaron a meterse en el proceso de explotación del litio, con la participación en una empresa que desde hace ya dos años explota litio ubicado en el salar de Olaroz.
De todas formas, algunos analistas sostienen que la disputa global por el litio, debida al crecimiento abrupto y sustentada por su importante demanda, tenderá a crear nuevas tensiones en la región andina de América del Sur. Los intereses en juego son colosales.