Compartir

Escalar una montaña, surcar los mares, recorrer el mundo, escribir un libro, tener muchos hijos… ¿Qué ha sido de tus ideales de juventud? ¿Por qué no los has logrado (todavía)? ¿Y si hubiera llegado el momento de volver a encantar tu universo, que a veces da vueltas y gira en redondo?

Cierra los ojos, recuerda. ¡Eran tan poderosos tus sueños de infancia! Tan reales cuando los planeaste… Fuiste aventurero, astronauta, bailarín o bombero, alcanzaste una cima inhóspita y caminaste por bosques encantados, remontaste ríos infinitos, fuiste un niño salvaje, pleno. Todo tu cuerpo estaba invadido por las sensaciones que estas visiones te provocaban. Alegría, ilusión, poder, libertad. Todo parecía posible. ¿Qué hiciste con todo esto? Apostamos que algunos de tus deseos se han hecho realidad, gracias a viajes, cursos de estudio, momentos de la vida. Tal vez incluso has tenido la oportunidad, la tenacidad de hacer “de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad”, parafraseando a Saint-Exupéry. Pero ¿qué tan lejos fuiste en la búsqueda de realizar tus deseos?

Millones de personas en el mundo olvidaron sus deseos y sus sueños. Según una encuesta de Ipsos, el 47% de los franceses por ejemplo, casi la mitad de ellos, sienten que “se están perdiendo la vida”. Acusan a su forma de vida: no hay suficiente tiempo y hay muy pocos medios, por lo tanto la vida se transforma en una picadora de deseos. Disuadidos por su educación, dañados por el devenir de su existencia, constreñidos por la realidad económica, se han convertido en esas “personas mayores” que entristecen al Principito. Y así describen los efectos: desvalorización, sensación de no ser reconocido por su verdadero valor, dolores en el cuerpo, querer renunciar a todo. Cosas que suceden generalmente durante la crisis de la mediana edad… Y tú, ¿en qué mitad estás?

Algo está sucediendo a nivel colectivo: un pesimismo creciente en principio. Continuando con las experiencias de los franceses, el 58% de ellos están preocupados por el futuro,  desconfían del gobierno en cuestiones de seguridad, sufren la lucha contra el desempleo y se avocan a la protección del medio ambiente. Pero al mismo tiempo experimentan una íntima y furiosa necesidad de utopías. Para soñar con otro mundo o marchitarse en él, nuestro instinto de supervivencia está haciendo su trabajo. Ya lo advirtió Jung a principios del siglo XX, psiquiatra, psicólogo, ensayista suizo y figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis: “la enfermedad del alma occidental”, que parece llegar hoy a una “masa crítica” sin precedentes.

“El ser humano, determinado por la civilización racional, sufre por el hecho de que el orden impuesto por la sociedad, sus estrechos requisitos de eficiencia y conducta moral le ocultan su profunda verdad”, sostuvo Graf Dürckheim, psicoterapeuta y filósofo alemán a mediados del siglo XX. En su “terapia iniciática”, hizo una distinción entre nuestro ser existencial (nuestra capacidad de ocupar un lugar y realizar funciones en la sociedad) y nuestro ser esencial (nuestra naturaleza profunda y singular). ¿Cuánto hemos podido lograr sin expresarnos verdaderamente, por falta de conocimiento o por no haber perseverado nuestros sueños?

El trabajo, el amor, la familia, todo va bastante bien para muchas personas, y sin embargo consultan. Manifiestan un sentimiento difuso y una insatisfacción palpitante o una profunda frustración, una sensación de vivir a media máquina. En las consultas el terapeuta descubre un patrón: la mayoría de estas personas no acuden a terapia para resolver problemas, sino para concretar aspiraciones, para avanzar en la búsqueda y en el camino de simplemente ser y así llevar una vida más auténtica. Una necesidad espiritual: ¿cómo ser uno mismo?

Convertirse en uno mismo. Ése es el objetivo y el desafío. ¿Por qué queremos realizar sueños, si no van acordes con nuestra naturaleza profunda y nuestras aspiraciones íntimas? ¿Pero cómo lograr satisfacerlos? ¿Se trata de realizar una fantasía? ¿De lograr un proyecto aún no satisfecho? ¿De qué sueño estamos hablando y qué relación tiene con nuestros sueños nocturnos? El psicoanálisis concede una importancia central a lo que llama deseo, un concepto que nos hace vivir. El reconocido psicoanalista Gérard Bonnet distingue “los deseos” (la suma de nuestros deseos como podemos expresarlos) y el “deseo inconsciente” (al que se vinculan estos deseos). Este deseo en particular aprovecha cada oportunidad para hacerse escuchar, para hacernos avanzar en el camino, para que el sujeto logre transformarlo en acciones, un proyecto, una creación, una forma de vida, incluso con la sensación de que es frágil, o de que no es exactamente lo que buscamos. Toda nuestra existencia está así dirigida hacia la búsqueda de este “oscuro objeto de deseo” que alimenta nuestra energía motriz, pero que a la vez permanece radicalmente inaccesible para nosotros. Los objetivos que perseguimos serán verdaderamente una fuente de satisfacción y cumplimiento sólo si corresponden a este enigma fundamental.

Pero no todo el mundo puede realizar sus deseos motivados por “un impulso interno”. La mayoría cristaliza sus logros según “criterios externos”: modelo de éxito estandarizado, lógica de seguridad económica, respuesta a las expectativas de los demás.

Entonces, ¿cómo lo lograrás realmente? Despliega tu imaginación. Descubre cuál es la naturaleza de tus verdaderos deseos.

La pregunta es aún más candente cuando, a fuerza de dejar recurrentemente de lado nuestros deseos, ¡ya no sabemos lo que queremos! “Aquellos que no tienen ningún proyecto no carecen de deseo“, asegura Gérard Bonnet. Pero debes salir en su búsqueda y perseguirlo paciente e incansablemente. Una pista, según él: nuestro deseo se desarrolló en la infancia, se centró en un objeto que nos permitió superar una prueba, enfrentar la adversidad, lo que nos permitió convertir la ansiedad en acción. Este objeto, lo olvidamos. Pero la peculiaridad del deseo es que se expresa en la repetición.

Y especialmente, como demostró Freud, en nuestros sueños nocturnos, pero disfrazados y encriptados. De ahí surge el interés, según la psicoanalista Anne Dufourmantelle, por anotar los sueños al despertar, por cuestionarlos y aprender a dialogar con ellos. Porque hay patrones recurrentes, directrices que nos revelan tanto nuestra verdad profunda como las nuevas soluciones para progresar en el logro de nuestro ser. ¿Olvidas tus sueños cuando te despiertas? Decide recordarlos, ponles atención, y regresarán.

Despliega tu imaginación, vuelve a ser Julio Verne, Alexandra David-Néel, Isaac Asimov, Antoine de Saint-Exupéry, Vito Dumas. No ignores tu necesidad de vibrar, de redescubrirte, de superarte, de encontrarte. Lo necesitas, ¡el mundo lo necesita! “Siempre apunta a la luna”, alentó Oscar Wilde. Porque incluso en caso de fallas, aterrizamos en las estrellas.”

Compartir