🌻 ¿Es posible alimentar al mundo y salvar el planeta?
Para alimentar al mundo mientras se preserva al planeta del calentamiento global, la ONU está promoviendo la agroecología, un punto de inflexión histórico después de varias décadas de “revolución verde” basada en la agricultura intensiva, ahora en el banquillo.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de la agricultura basado en el uso masivo de fertilizantes y recursos químicos (pesticidas, herbicidas, fungicidas…) destinado a aumentar los rendimientos para lograr la seguridad alimentaria del planeta ha tenido un alto precio para el medioambiente.
Los suelos, los bosques, el agua, la calidad del aire y la biodiversidad continúan deteriorándose, ya que este aumento de la producción a toda costa no ha erradicado el hambre en el mundo. La agroecología le da la espalda a los fertilizantes sintéticos. También está tratando de reducir la dependencia de la sobre-mecanización, lo que aumenta la carga financiera para los agricultores, reduce la pobreza y evita el éxodo rural.
“Esta práctica puede contribuir a promover sistemas alimentarios más justos y sostenibles al aplicar conceptos y principios ecológicos en el diseño y manejo de agro-ecosistemas, para optimizar las interacciones entre los seres humanos y el medioambiente,” explicó Luis Carlos Beduschi, Oficial de Políticas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
Según la FAO, la agroecología puede apoyar a la seguridad alimentaria y nutricional, al mismo tiempo que fomenta la resiliencia y la adaptación al cambio climático. Se trata de una solución al calentamiento global, al servicio de la vida, a la autosuficiencia alimentaria y a la protección de la tierra nutritiva.
Con esto, contribuye directamente al cumplimento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), mediante una visión nueva y más compleja de lo que es la sostenibilidad económica, social y ambiental.
El florecimiento de la agroecología en América Latina y el Caribe ha sido producto de una búsqueda para consolidarse como una disciplina científica en el desarrollo de prácticas agrícolas y a la vez un movimiento social. En Argentina la organización Pro Huerta, fomenta la producción orgánica certificada para la exportación y la investigación y extensión en agroecología promovidas por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (I.N.T.A).
Un ejemplo fundador de bases agroecológicas es Guaminí, un pueblo argentino que apostó al cambio de paradigma al independizarse del modelo transgénico para hacer una agricultura sana. Ubicada en el extremo oeste de la provincia de Buenos Aires, casi en el límite con La Pampa.
El disparador del cambio fue el mismo padecer de cientos de pueblos del país. Las fumigaciones con agroquímicos rodeaban a viviendas e incluso a barrios enteros de Guaminí. En 2012 comenzó a gestarse la iniciativa para regular las distancias. Marcelo Schwerdt, director de Medio Ambienta del Municipio, estuvo entre los impulsores. Relevaron las escuelas rurales y confirmaron que el 80 por ciento estaba sufriendo la lluvia de agroquímicos, incluso con los niños en horario escolar.
Luego de la aplicación de las prácticas de agroecología todos los campos redujeron el uso de agroquímicos, minimizaron costos, mantuvieron la producción sin grandes cambios y comenzaron un proceso de recuperación de suelos. En dicha ciudad también se aprobó una ordenanza en beneficio de la agricultura familiar a través de la cual se impulsan ferias de comercialización de productos agroecológicos y, en su artículo dos, promueve el acceso a la tierra (fiscal) o a los recursos naturales requeridos, para emprendedores familiares que realicen proyectos productivos.
La ordenanza de Guaminí toma partido en favor de los productores locales y constituye un sistema de “certificación participativa del mercado agroecológico”. Con la participación de agricultores, profesionales, municipio, cámara de comercio, bromatología y consumidores, entre otros, impulsa que la certificación que garantice la salubridad y calidad sea gratuita y con múltiples actores. La certificación participativa da cuenta de una forma de producción de alimentos que promueve el compromiso con la salud, la ecología, la equidad y la certidumbre ambiental. Es la segunda ciudad de Argentina que tiene certificación participativa luego de Goya, Corrientes.
En Brasil se destaca el rol clave que han jugado los movimientos sociales, la sociedad civil y las organizaciones de la agricultura familiar en la inclusión del enfoque agroecológico en las políticas públicas. Si bien hay iniciativas destacadas y políticas públicas a nivel territorial, existen todavía muchos obstáculos a la implantación de una política de promoción de la agroecología capaz de reorientar de forma más profunda las políticas de desarrollo rural, para ir más allá de las “políticas de nicho”.
En Chile, la agroecología se ha entendido muy asociada a la agricultura orgánica. En la última década han surgido instrumentos que contribuyen de manera más directa a lo que sería una transición a la agroecología, aunque se asocian más a la revalorización de los valores campesinos y pobladores originarios.
En Costa Rica existe una agenda agroambiental que incluye una amplia gama de instrumentos públicos/privados, regulatorios y normativos y otros basados en incentivos económicos que han fortalecido la agroecología, además de movimientos sociales que han permitido la práctica de un tipo de agricultura más sostenible y comercialmente viable.
Aproximadamente treinta países hasta la fecha, incluidos la mayoría de los países de América Latina, Corea del Sur, China, Costa de Marfil, así como Austria, Alemania, Dinamarca, Francia, Suiza y Italia, han adoptado un marco legislativo o regulatorio para facilitar el desarrollo de la agroecología.