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Artisanópolis, la primera ciudad flotante del mundo, va camino de hacerse realidad en 2020 sobre una laguna de la Polinesia francesa, en el océano Pacífico.

El proyecto es mucho más que una atracción turística. Patri Friedman, ex ingeniero de Google, fue el impulsor de la iniciativa que rápidamente captó el interés de Peter Thiel, cofundador de PayPal, quien se convirtió en inversor de un proyecto pionero. Seasteading Institute desea crear una comunidad pequeña, con autonomía política. Para llevar a cabo su plan, los estadounidenses pusieron su mirada en Tahití, al abrigo de las tormentas que azotan regularmente en el Caribe. Comenzarán con dos o tres plataformas piloto, que serán aproximadamente la mitad del tamaño de un campo de fútbol. Estas dependerán legalmente del territorio polinesio. Pero la organización espera obtener una mayor autonomía en impuestos y leyes laborales, para atraer a los residentes. Pocos impuestos, una democracia infalible, una incubadora de nuevas empresas innovadoras…

El proyecto evoca un pequeño Silicon Valley, impulsado por seguidores del libertarismo, una doctrina que aboga por la máxima libertad en todas las áreas. A pesar de su apego a la Polinesia, el objetivo del Seasteading Institute es lograr que su comunidad sea independiente. En Tahití, el gobierno también lo ve con interés. La llegada de esta entidad embrionaria proporcionará un refugio para los residentes amenazados por las crecientes aguas que podrían abrumar a algunos atolones antes de fin de siglo, según lo confirmado por el portavoz de Seasteading. La iniciativa todavía está en ciernes. Por el momento, las tres plataformas iniciales ya tienen presupuesto y se estiman en unos 50 millones de dólares (46 millones de euros), que serían invertidos por el Seasteading Institute.

La organización estadounidense incluye dentro de sus objetivos dar a luz a un nuevo modelo sostenible, de territorio limpio y responsable, que genere sus propios recursos sin depender de la tierra firme. La futura ciudad dependerá de los flujos de sol, viento y mar para obtener energía, así como de la desalinización del agua de mar para garantizar el suministro de agua potable. La acuicultura y las granjas producirán los alimentos necesarios.

Muchos polinesios están preocupados por la llegada de estas islas con reglas legales confusas, que podrían contaminar el paisaje con edificios marinos. Pero con el aumento del nivel del mar, algunos países vecinos están muy interesados. Ya en 2011, el presidente de las Islas Kiribati había considerado un proyecto similar para salvar a su archipiélago de la inmersión para hacer frente al aumento creciente de las abrumadoras aguas.

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