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Forever 21, la tienda de ropa para jóvenes que ayudó a popularizar la moda rápida en el mundo con sus increíbles rebajas, informó su bancarrota este domingo 29 de septiembre.

Las nuevas generaciones han tomado conciencia sobre el impacto ambiental de nuestras decisiones y en estos días se han hecho escuchar en todo el mundo. Uno de los cambios que esta concientización introduce es la no elección de la moda conocida como Fast Fashion: barata y hecha para tener una corta vida útil.

Es que la moda rápida no es gratuita, alguna persona está pagando el costo con su salud y la precariedad laboral en algún lugar, y al mismo tiempo lo pagamos todos con el deterioro de nuestro planeta. La industria textil en una de las más contaminantes del planeta.

Hoy, los consumidores conscientes se dirigen hacia un cambio de paradigma: reclaman la sostenibilidad como un valor, seleccionan con qué materiales vestirse, reciclan prendas y eligen la moda vintage o de segunda mano. 

Los consumidores jóvenes también están mirando a fuentes digitales como Allbirds y Everlane que no son sitios de moda rápida pero que ofrecen conceptos básicos de moda amigables con el medio ambiente. Las nuevas generaciones con su cambio obligaron a muchas marcas tradicionales, incluidas las cadenas de moda rápida, a desarrollar productos que estén hechos de material reciclado o a cambiar su proceso de fabricación.

Los cambios en la empresa Forever 21, incluyen junto con la novedad de su bancarrota, la suspensión de sus operaciones en 40 países, entre ellos, Canadá y Japón. Son 178 tiendas en los Estados Unidos y hasta 350 en total las que cerrarán sus puertas. Por otro lado, se confirmó que continuaría operando su sitio web y cientos de locales en los centros comerciales de Estados Unidos, así como también en México y América Latina.

Las dificultades de Forever 21 han provocado preguntas sobre el atractivo de la moda rápida en general. La industria ha enfrentado una reacción violenta en torno al impacto ambiental de la ropa desechable y las preocupaciones sobre la seguridad de los trabajadores a raíz del colapso del edificio Rana Plaza en Bangladesh en 2013 donde murieron más de 1,100 trabajadores de la confección que hacían ropa para una docena de marcas a nivel mundial: pasaron semanas para que algunas de esas firmas reconocieran haber tenido contrato con estas fábricas, a pesar de haber encontrado sus etiquetas entre los escombros.

En el mismo sentido del camino hacia el cambio, cada abril se lleva a cabo la Fashion Revolution Week, una campaña mundial que busca promover que las condiciones de trabajo sean óptimas para todas las personas involucradas en la confección de indumentaria, así como reducir el impacto ambiental que genera el proceso. Esta iniciativa fue creada en Inglaterra por dos diseñadoras tras el derrumbe del Rana Plaza.

Por su parte, y frente al cambio de los consumidores, H&M anuncia que para 2020 todo su algodón se obtendrá de una manera más sostenible, es decir, reciclado, orgánico o a través de la Iniciativa Better Cotton, el programa de sostenibilidad de algodón más grande del mundo. Este año, H&M lanzó una nueva sección en su sitio web que detalla dónde se produjeron sus productos, quiénes eran los proveedores, los nombres y direcciones de las fábricas y la cantidad de trabajadores que emplean. Además, los clientes pueden obtener más información sobre los materiales utilizados para hacer una prenda específica y aprender a reciclarla.


El colapso del Edificio Rana Plaza es uno de los peores accidentes industriales jamás ocurrido en la historia. Las estimaciones oficiales hablan de 1.136 muertos, 1.169 heridos y 2.458 trabajadores extraídos de entre los escombros. El Rana Plaza fue un edificio de ocho pisos, declarado inservible e inseguro porque se construyó sobre un terreno fangoso. Dentro estaban trabajando más de 3 mil personas. Todas las empresas presentes – excepto una ONG – obligaban a sus empleados a ir a trabajar de todos modos. El 24 de abril de 2013, el edificio se derrumbó sobre sí mismo.

Bangladesh es el segundo mayor exportador de confecciones después de China. El sector, en el que el 80% de los beneficios son extranjeros, está plagado de enormes problemas con la explotación de los trabajadores y los bajos estándares de seguridad. Al menos 4 millones de bangladeshíes trabajan en la industria textil, con salarios que llegan a 38 dólares por mes.

Después del desastre del Rana Plaza, debido a mayores controles, se han cerrado más de 200 fábricas en todo el país, dejando sin trabajo a 150 mil personas.


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