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La Paz, 5 jun (EFE).- La necesidad de cumplir con las normas de bioseguridad ante la pandemia de la COVID-19 movió a la familia de la boliviana Ana Alicia Layme a crear sus propios barbijos, que además de proteger su salud también cuentan la historia de su comunidad a través de sus bordados.

Ante la exigencia del uso de las mascarillas en la provincia de Ayata, a unos 145 kilómetros de La Paz, la madre de Layme ideó una forma para hacer sus mascarillas con materiales disponibles en su casa, ya que no habían suficientes barbijos en el lugar.

Layme se sacó una fotografía con la mascarilla elaborada por su madre con unos bordados “mostrando su cultura” y en cuestión de horas empezaron a “bombardearle” con pedidos por su originalidad.

Emprendimiento Femenino
La joven y los cuatro integrantes de su familia se pusieron manos a la obra para cumplir con sus primeros pedidos, pero luego necesitaron más ayuda ante la demanda y acudieron a unas 500 mujeres de su provincia para que se unan a este emprendimiento a través de la asociación Wayatex, que oferta sus elaboraciones.

“Un 90 por ciento de las hermanas allá (en su provincia) fabrican su ropa originaria y desde niñas aprendemos a bordar y tenemos la capacidad de tejer y nos gusta”, relató.

Es así que ya vendió más de mil barbijos en menos de un mes y las mujeres en su comunidad preparan otro lote de otra cantidad similar, que en su mayoría ya están reservados y se venden especialmente en La Paz, además de otros departamentos del país.

“Este es el trabajo de las mujeres que se está visibilizando en las artesanías, pido ayuda a las autoridades que nos puedan cooperar habiendo esta oportunidad de hacernos conocer al mundo”, subrayó.

Historias bordadas
Estas singulares mascarillas están hechas de “bayeta de la tierra”, un tejido del Altiplano hecho de lana de oveja, que por detrás tienen una tela que recubre, donde se puede insertar un paño para mayor seguridad, y adelante tiene distintos bordados hechos a mano.
Cada bordado intenta “narrar una historia” de la cotidianidad de su comunidad, para que se conozca cómo se vive en el lugar.

“Hemos trabajado reflejando la familia, porque creo que en esta cuarentena estamos en familia unidos, en mi comunidad está la mamá, el hijo, el papá y el animal con el que se vive”, contó Layme.

Hay otros que muestran a mujeres hilando, trabajando en el campo, a la madre cargado en la espalda a uno de sus hijos, rodeados de vegetación, acompañados de otros miembros de su familia y animales como llamas, vicuñas y chivos.

También hay mascarillas hechas con tela de aguayo, un tejido andino típico de colores, y hay otros más elaborados, que tardan por lo menos dos días en realizarlos por la complejidad del bordado, que muestran figuras como del cóndor.

Layme tiene el deseo de que se cree una escuela para enseñar a bordar a todos los interesados y que ayuden a realizar estas mascarillas inicialmente y así cumplir con todos los pedidos, pero a la vez preservar este saber ancestral que poco a poco se está perdiendo.

Fuente: Yolanda Salazar / EFE 


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