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Vivimos en tiempos extraordinarios. El cambio climático, la crisis ecológica y económica, así como el malestar social, son señales de que nuestro planeta no está en armonía. Los seres humanos estamos siendo llamados a despertar, dramáticamente, a nuestra interconexión tanto física como psicológica con otras especies que habitan el planeta.

En este despertar podemos preguntarnos cómo hemos llegado a destruir el hogar que nos sustenta y nos alimenta.

Y al mismo tiempo, ¿cómo hacemos la transición de este escenario apocalíptico hacia un lugar vital en relación con el resto de la vida?

Los humanos siempre tuvieron un parentesco con un mundo más grande que el de nuestra especie. Este parentesco permitió que nos transformásemos y prosperarásemos como humanos, pero aquí en Occidente, muchos de nosotros hemos olvidado en gran medida que necesitamos la naturaleza tanto para nuestro bienestar físico como psicológico.

Podemos ver esto evidenciado en las crecientes crisis ecológicas y sociales que continúan desplegándose en todo el mundo. La civilización industrial ha estado explotando incesantemente el medioambiente: el agua, los océanos, el suelo, la atmósfera. Todos los principales sistemas vitales de nuestro planeta están sufriendo una crisis. Detrás de esta crisis podrían enmarcarse los fracasos del desarrollo humano individual.

En el mundo industrializado, los científicos sociales y los psicólogos pueden utilizar recursos científicos metódicos para tratar de encontrar respuestas a una tendencia social preocupante. Ha habido un movimiento creciente para explorar valores y principios perdidos en Occidente que pueden ofrecer una explicación y ayudar a proporcionar un plan para la curación individual y social.

“Es curioso cómo los psiquiatras están absolutamente inspirados cuando se trata de cartografiar todo tipo de disfunciones sociales, interpersonales y sexuales, pero no logran trazar el fuerte vínculo emocional que tenemos con el hábitat natural. Es hora de una definición ambiental de la salud mental. Así que la próxima vez que te sientas mal, déjate llevar al bosque por unos días”, expresa Theodore Roszak.

A comienzos de los ’90, el psicólogo y practicante de ecología profunda Theodore Roszak se dio cuenta de que existía una conexión entre los problemas emocionales de un individuo, los males de la sociedad occidental y la explotación del mundo natural. Esto lo llevó a buscar un nuevo tipo de psicología que abordara las fuentes de nuestra locura cultural y el daño psíquico que ocurre por estar desconectado de la naturaleza.

Roszak acuñó la palabra Ecopsicología para describir este nuevo campo de estudio. La Ecopsicología opera bajo la idea de que gran parte del dolor, la vergüenza, el vacío y el temor con que muchas personas luchan pueden ser en realidad una reacción natural a las demandas antinaturales del mundo moderno.

Pasar gran parte de tu vida trabajando en el interior, mirando la pantalla de una computadora, sólo para ganar dinero suficiente para comprar todas las cosas que nuestra sociedad dice que necesitamos para ser felices y olvidarnos de que somos animales humanos que necesitan sol, aire, comida saludable, conexión humana y tiempo libre para simplemente regocijarse y divertirse. La priorización de la industria y la tecnología pesa más que nuestra relación con el mundo natural.

La Ecopsicología hace la pregunta importante, ¿qué necesita realmente la humanidad para nutrir el cuerpo y el alma? Según Roszak, “otras terapias buscan curar la alienación entre persona y persona, persona y familia, persona y sociedad. La Ecopsicología apunta a sanar el eje de alienación más fundamental entre la psique urbana recientemente creada y el entorno natural milenario”.

La Ecopsicología intenta abordar los efectos destructivos de esta desconexión de la naturaleza no sólo en el individuo, sino en la sociedad y en la Tierra en su conjunto. Muchos practicantes en el campo insisten en que la actual crisis ambiental global está arraigada en esta desconexión.

Los Ecopsicólogos proponen un nuevo enfoque clínico basado en la idea de que tratar a los pacientes para la depresión y otros problemas emocionales y mentales en una era de crisis ecológica requiere más de lo que ofrecen los enfoques terapéuticos actuales. Requiere aprovechar lo que Roszak llama nuestro “inconsciente ecológico”.

Según Roszak, “el núcleo de la mente es el inconsciente ecológico”. Para la Ecopsicología, la represión del inconsciente ecológico es la raíz más profunda de la locura relacionada con la sociedad industrial. El acceso libre al inconsciente ecológico es el camino hacia la cordura.

Así como ha sido el objetivo de la psicoterapia para descubrir las emociones reprimidas ocultas en el inconsciente, la meta de la Ecopsicología es animar al paciente a tomar conciencia de sentimientos similares con respecto a la desconexión de la naturaleza. Estos sentimientos están enterrados en el “inconsciente ecológico”, ese antiguo lugar de nuestra psique, basado en la propia evolución de nuestra especie, que sabe que estamos interconectados con todos los seres vivientes, así como con la Tierra. Aunque no es exclusivo del homo sapiens, este vínculo compasivo con el mundo natural y entre sí es una característica definitoria de la naturaleza humana.

Recordar nuestra conexión rota con la naturaleza no sólo beneficia al individuo sino que se extiende a la curación de todas nuestras relaciones, tanto personales como sociales. Es importante señalar que algunos de los principios de la Ecopsicología son muy similares a los conocimientos indígenas y su sabiduría. Tradicionalmente, los nativos americanos y otros pueblos originarios han estado viviendo guiados por los principios de la Ecopsicología a lo largo de la historia y estos conceptos son ya parte integral de la ciencia, la cosmología y la espiritualidad indígenas.

Aunque los valores filosóficos difieren de una cultura a otra, hay un hilo común entre muchas comunidades indígenas basado en que nadie puede apropiarse de la Tierra. Los animales, los ríos, los océanos y las montañas no son un recurso interminable para ser saqueado para beneficio personal.

En la vida cotidiana, un ecoterapeuta podría sugerir un número de prácticas de reconexión. Los ejemplos pueden incluir acciones tales como:

Animar a una persona a caminar en un parque un cierto número de horas por semana y registrar sus pensamientos en un diario.

Asistir a retiros en el desierto, o a ceremonias y experiencias espirituales basadas ​​en la curación y reconexión con nuestro ser más profundo.

Pasar tiempo rodeado de plantas y animales ya que cualquier interacción consciente con ellos puede considerarse terapéutica.

Sentarse en la tierra en un parque de la ciudad contemplando las aves o apoyarse contra un árbol en el desierto viendo a un alce atravesar una cordillera montañosa.

Otras sugerencias encontradas dentro del mundo de la Ecoterapia podrían enfocarse en desprenderse de la multitud de construcciones sociales occidentales que pueden contribuir a mantener a la gente desequilibrada: modificando los horarios rígidamente artificiales, cambiando los ambientes de trabajo y recuperándonos del consumismo excesivo.

Aunque no se llama “Ecoterapia”, en muchas comunidades indígenas, el reconocimiento de la conexión entre naturaleza y humano es parte integral de la sociedad e incluye todos los aspectos de cómo la comunidad vive en relación con el otro y su entorno.

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