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En Islandia, los techos verdes tienen una hermosa y antigua historia que contarnos…

Desde el siglo IX, en Islandia, se han cubierto los techos de las casas con turba y césped, un material absolutamente natural manteniendo inalterado el método tradicional de construcción a lo largo del tiempo, lo que las hace mucho más fascinantes y capaces de contar su propia historia. Una tradición que ha hecho que estas singulares casas fueran candidatas a Patrimonio de la UNESCO.

Fueron los pobladores del norte, como los vikingos, quienes introdujeron esta nueva técnica para contrarrestar adecuadamente los fríos climas invernales típicos de esas latitudes.

Pero, a diferencia de lugares como Noruega, Irlanda, Escocia, Holanda y Groenlandia, donde se utilizó la práctica de techos de césped para construir viviendas para las personas más pobres, en Islandia fue diferente; la técnica del césped se introdujo para todo tipo de edificaciones y para todas las clases económicas sin crear diferencias entre ricos y pobres, desde las residencias de los terratenientes hasta las de los campesinos, desde los edificios religiosos hasta los refugios para animales.

Hoy estas casas no están todas habitadas, muchas están totalmente abandonadas o utilizadas como depósitos; en cualquier caso, siguen siendo evidencia directa de una larga tradición histórica y una sólida conexión con el pasado, destacando su papel en el paisaje rural de la campiña islandesa. De ahí el interés cultural en estos edificios que dio lugar a la candidatura de la UNESCO.

Además de la turba que recubre el techo y los muros, se utiliza madera y piedra para la estructura que, en algunos casos, forma la base del techo. La duración de estos materiales es muy variable. La turba sufre un inevitable proceso de deterioro y debe ser reemplazada después de ciertos períodos en función de una serie de factores que varían desde su composición, el clima local y la habilidad de los artesanos.

Al igual que los animales que entran en hibernación cavando hoyos rodeados de tierra y raíces, el pasto tradicional se utilizó para mantener la casa acogedora durante el clima más duro, ya que logra un aislamiento térmico superior a los materiales de construcción comunes.

El uso de turba para la construcción de los techos tiene muchas ventajas: se encuentra abundantemente en Islandia y está disponible en la naturaleza, retiene bien el calor, mantiene la temperatura interna uniforme y no deja que el aire se filtre. Las piedras y la madera se pueden reutilizar.

La nominación a la UNESCO pretende perpetuar el testimonio de este tipo excepcional de arquitectura enviando el mensaje de que desde el pasado, podemos encontrar las soluciones verdes que se buscan en las grandes ciudades contemporáneas, con ahorro energético, purificación del aire y mucha belleza.

Fuente: UNESCO / The Turf House Tradition

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